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MAMÉ VALDÉS

 

por Mamé Valdés

Hay momentos en el Carnaval que llaman sobremanera la atención por ser especialmente emocionantes. Uno de ellos llega en la elección de la Perla. En esos instantes finales, cuando la Delegada de Fiestas está a punto de decir el nombre de la ganadora, me imagino el corazón de todas las damas palpitando a mil por hora. Son esos últimos segundos que, con la emoción contenida, se hacen interminables. El sueño solo se le cumplirá a una de ellas. Tiene que ser un orgullo para todas las chicas que se presentan ser la representante de la gran fiesta local, con todo lo que eso conlleva. Otra de esas experiencias que me llaman la atención es la del ensayo general de una agrupación. Después de muchos días de ensayos en un frío local, se suben al escenario con la incertidumbre de si serán o no del agrado del público. Con los nervios a flor de piel, esperan la reacción de la gente con un solo premio: el de las risas y los aplausos del respetable. Y cómo no, el día de la cabalgata cuando ese domingo en la explanadas del muelle, por fin ves a todo el grupo completo con el nuevo disfraz y la carroza por fin terminada y casi siempre, acompañado de una grata sorpresa, de que la idea y el diseño plasmado en un papel tiempo atrás se ha logrado y se supone que será un éxito en el transcurso de la misma. En menos de cinco o seis horas el jurado dará su veredicto, pero mientras tanto la tensión y desasosiego sobrevuela el ambiente en la Plaza de Pio XII.  Con todo esto llego a la conclusión que el Carnaval está lleno de emoción y sentimientos que cada año se repiten por febrero. La definición que da el diccionario de la palabra `Carnaval´ es  “periodo de tres días que precede al Miércoles de Ceniza y fiestas que se celebran durante el mismo”. Esto aquí, por supuesto, no nos vale. Porque nosotros empezamos semanas antes, meses antes  y terminamos algunos días más tarde. Casi podríamos decir que aquí es Carnaval todo el año. Somos singulares hasta para eso. Podría escribirse un gran artículo con todos los adjetivos que describen a este Carnaval: competitivo, en ocasiones apático, polémico y también tolerante, puede rozar lo tosco y chabacano o, muy al contrario, lo culto y elegante. Es a veces ruidoso y otras musical, es crítico pero nunca corrosivo en sus letras y coplas. No tiene censura pero sí existe el respeto. En definitiva, para lo bueno y lo malo tiene su propia personalidad. Quizás los adjetivos que se aplican al Carnaval son los que definen también la personalidad del chipionero. El Carnaval es como la vida misma. Está lleno de amigos, de enemigos, de detractores, de rivales, de piratas, de artistas, de figurantes, de estrellas fugaces, de envidiosos, de cachondos, de poetas, de entendidos, de puristas, de excéntricos y, sobre todo, de buena gente.

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