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Ana Pomar posa con sus cinco hijos.

Ana Pomar posa con sus cinco hijos.

Ana Pomar perdió a su marido tras la represión del 18 de julio de 1936 y expuso su vida en defensa de los valores democráticos. El Ayuntamiento le va a reconocer ahora su trayectoria con la rotulación de una calle.

De un tiempo a esta parte la sociedad chipionera está  reconociendo el papel de las mujeres en la reciente historia de nuestra localidad. Así lo demuestran las nominaciones de calles a mujeres aprobadas por el Consistorio en los últimos años.  El último caso es el de Ana Pomar Aláez, un personaje olvidado por el inexorable paso del tiempo y la ignorancia de muchos.

Su biografía es atrayente. Ana Pomar Aláez (1900-1985), es una de esas mujeres que merecen un reconocimiento. Nació a comienzos del convulso siglo XX en la localidad leonesa de Sahagún de Campos, pero el destino la trajo a Chipiona en 1928 como Jefa de Cocina de los Condes de Colombí. En esta época, conoce a quien sería su marido Francisco Montalbán, Panchito. Producto de ese matrimonio nacerían cinco hijos, dos varones (Francisco y Alejandro) y tres hembras (Dolores, Margarita y Victoria).

Panchito ya había tenido un matrimonio anterior con una afamada dama de rancio abolengo y del que consiguió la nulidad eclesiástica por no haberse consumado la unión. Según su hijo Francisco, `Franchi´, Panchito tenía afiliación como socialista pero no llegó a ser concejal. Cuando fue asesinado encabezaba una lista de conjunción republicana socialista para el Ayuntamiento de Chipiona. De profesión era Perito Mercantil y dominaba cuatro idiomas: alemán, inglés, francés y español.

Al estallar el golpe del 18 de julio de 1936, Francisco Florido Bueno, `el Inglés´, le ofreció irse a Inglaterra con él, lo que Panchito desechó por quedarse con su mujer y sus hijos. Este hecho de valentía y de amor a la familia le marcó su destino final.

Pose de Panchito

Francisco Montalbán Muñoz, «Panchito», era un comerciante chipionero que desde los inicios de la Segunda República destacó como líder socialista dando mitines políticos como el realizado en el cine-teatro Avenida, junto al orador socialista de Jerez Antonio Roma Rubíes. Fue fusilado el 17 de septiembre de 1936 en la carretera de Sanlúcar a Chipiona a la altura de las palmeras de Cuesta Blanca.

El matrimonio modelo de Ana y Panchito con su prole de cinco hijos, el nivel cultural de éste y su filiación política concitaron no pocos odios políticos y personales entre las fuerzas de la reacción que planearon su asesinato. Se baraja la hipótesis de que Panchito hubiera logrado salvar su vida si las acusaciones hubiesen sido solo de origen político por los numerosos contactos e influencias que tenía. Pero un empecinamiento personal dio con este hombre honrado en el paredón.

Tras el golpe una madrugada los sublevados vinieron a buscarle a su casa de la actual calle Del Castillo y lo llevaron detenido  a un calabozo de las Cuatro Esquinas de triste recuerdo para los chipioneros.

El 17 de septiembre de 1936 sería una fecha fatídica para Ana Pomar ya que ese día sería fusilado Panchito junto a otros dos chipioneros en la tristemente recordada Cuesta Blanca, en el término municipal de Sanlúcar de Barrameda. Tras este hecho es cuando la figura aguerrida de Ana Pomar toma fuerza y se gana a pulso que sea recordada y homenajeada por la sociedad chipionera. Nada más enterarse del asunto, Ana salió corriendo hasta el lugar. Llegó a pie y a tiempo para recoger los restos de su marido y enterrarlo el cementerio de Sanlúcar de Barrameda. Los restos de Panchito serían unidos definitivamente a los de Ana en 1985 en el cementerio de Chipiona.

La muerte de Panchito supuso el comienzo de un calvario para Ana Pomar. Como mujer y como madre. Tuvo que luchar duro para sacar adelante a sus cinco hijos y las autoridades tomaron represalias contra ella y su familia. Las autoridades intentaron confiscarle todos los bienes, pero Ana movió resortes y fue capaz de superar este primer envite.

Instaló una carbonería y tan solo por ello el alcalde de la época la quiso meter en la cárcel y mandar los hijos a un hospicio para reeducarlos. Enterada de esta intención, Ana Pomar se presentó en el Ayuntamiento acompañada  de sus cinco hijos y con una frase por delante: “Donde yo vaya van mis hijos”. Algo debió de remorderle la conciencia a la autoridad que permitió finalmente que Ana se marchase.

A continuación, montó una tienda de comestibles en la calle de Isaac Peral. Su hijo Franchi recuerda como esta mujer fiaba a los clientes en esta época de necesidad sin importarle el plazo para el cobro.

Más tarde, allá por 1940, abrió una casa de comidas y entre sus muchos clientes no faltaban guardias civiles. En este establecimiento montado en su propia casa, Ana protagonizó un gran hecho de valentía que pudo haberle costado la vida.

Foto de familia: Ana Pomar, con su marido y sus cinco hijos.

Foto de familia: Ana Pomar, con su marido y sus cinco hijos.

Un determinado día, un guardia civil se aprestaba a encender un espléndido puro tras terminar la comida. Franchi que ya era un zagalón y en una travesura propia de esa edad, con un improvisado tirador le dio tal chinazo que el puro salió por los aires.

Movido como un resorte, el guardia civil fue tras el travieso niño que se metió en el dormitorio para escapar al menos de un bofetón. Ana, que no perdió detalle, se interpuso entre la entrada al dormitorio y conminó al guardia a que no entrase ya que la estancia pertenecía a su intimidad. La fuerza moral y la valentía con la que Ana se enfrentó al guardia hizo que éste finalmente desechase la idea de coger al niño.

De haber entrado el perseguidor en el dormitorio, las consecuencias hubieran sido fatales para Ana porque allí mismo permanecían escondidos los líderes políticos Cosme Mellado Caro y José Mellado Domenech, quienes por sus actividades estaban en busca y captura por la guardia civil.

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Muchos años después, la valentía de Ana Pomar ha sido reconocida por el Ayuntamiento de Chipiona.

Cosme y José permanecieron escondidos en casa de Ana durante dos meses. Tiempo en el que Ana los asistió e alimentó con el consiguiente riesgo para su vida y  demostrando que muchas veces no hay que coger un fusil para protagonizar un hecho heroico.

Cabe reseñar que durante estos dos meses, Pomar ideó un sistema para que Cosme pudiese hablar con su mujer sin ser visto. Así Ana y Regla, se ponían en la calle junto a la ventana en supuesta animada conversación, mientras realmente Cosme tras la persiana hablaba con su mujer. Una vez más se exponía al peligro.

Durante toda la década del 40 y después seguiría ayudando a los necesitados en hechos que no desvelamos aquí a petición de sus familiares.

Aunque pueda parecer tarde, es de justicia resaltar el valor de esta gran mujer de la posguerra. Viuda y con cinco huérfanos no le importó arriesgar su vida y seguir ayudando a los demás. Un símbolo representativo de lo que hicieron miles de mujeres que pasaron por su misma circunstancia a lo largo y ancho de la geografía española.

 Fotografía: archivo de la familia Montalbán Pomar.

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