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Apuesto toda mi fortuna a que Dios es funcionario. Si fuera autónomo no habría descansado al séptimo día de trabajo ni habría inaugurado esos castigos conocidos como domingos. El domingo sobra. Es la amiga simpática que las modelos de Victoria’s Secret usan de escudo en las fiestas. Es una uva pasa dentro de un paquete de frutos secos. El mantecado de coco en el surtido de Navidad. El domingo no avisa. Llega como los parientes lejanos a los que no ves desde tu primera comunión y se cuelan en casa un domingo. Algunos estudios apuntan a que el domingo es un invento del PSOE para celebrar esas conferencias políticas donde sus próceres se van, vuelven, mienten (otra vez) y se renuevan. La Conferencia Episcopal es la única empresa que recauda pingües beneficios económicos durante este día de la semana. Los curas ofician las misas, beben la sangre de Cristo, pasan el cepillo, bautizan a los niños y al final, si pueden, se los cepillan.

El mayor error que puede cometer un hombre es levantarse un domingo de invierno. Es preferible esconderse bajo las sábanas, evitarlo y dejar que pase. Las horas del domingo se estiran como un chicle sin sabor. Tarde o temprano, el domingo te agarrará por la solapa del pijama y te obligará a saldar las cuentas pendientes. En ese preciso instante, conviertes el sofá en un diván y te arrepientes de todo lo que hiciste y no hiciste la noche anterior. En verano enciendo el ventilador, coloco los pies sobre uno de los reposabrazos y emulando a Woody Allen en Manhattan, enumero las razones por las que vale la pena vivir. Cuando termino este ritual observo frustrado las decenas de picaduras que cubren mis piernas. Si las mujeres se sintieran igualmente atraídas por mí que los mosquitos tigre, George Clooney a mí lado sería un pagafantas.

El domingo solo entusiasma a los tipejos que rebosan energía. Son seres deleznables que como el coronel Hannibal Smith, siempre urden un plan ante cada situación. Una semana tienen previsto un paseo por el campo, la siguiente un partido de casados contra solteros y la otra, una comida con los suegros. Los melancólicos nos parecemos más a Macgyver. Improvisamos la solución del problema sobre la marcha con los objetos más cotidianos de la casa. El sofá, el clásico melodrama de Antena 3 y el mando a distancia son las únicas armas que te ofrece el domingo para enfrentarte a su propia tarde. Hasta Twitter es víctima de las atrocidades perpetradas por el domingo. Los trending topics se vuelven previsibles y ridículos. Una muestra de los programas que vomita la televisión o los nombres de los fichajes de verano acaparan los comentarios de este inmenso patio de vecinas en red. El domingo se despide con un “hasta pronto” y si la ley de Murphy se cumple, su lugar lo ocupa un lunes al sol.

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