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El flamenco no ha contado con los factores históricos y sociales para echar hondas raíces en Chipiona. Tampoco las instituciones han sabido regar y abonar el terreno para su desarrollo. Pero el flamenco, patrimonio de la humanidad, pide paso (y permiso) para convertirse también en patrimonio del chipionero.

«El flamenco no es un arte popular. Es un arte que nace del pueblo, pero no es folclore”. Así lo define Antonio Yerga, quien además de amante de las letras es un empedernido aficionado al flamenco. “Todo se aprecia más cuando se conoce”, afirma mientras rompe una lanza en favor de crear unos seminarios que acerquen el flamenco al chipionero de a pie. “Aprender a diferenciar los cantes, algo de compás, algún seminario sobre historia o genealogía del flamenco… son cosas que están al alcance de la mano”.

Lo mismo opina Juan Gómez, que lleva toda una vida pegado a su guitarra. “La guitarra es algo muy íntimo, va pegada al cuerpo. Llevo treinta años dando clases y puedo decir que hay talentos que no florecen por falta de medios. Aquí luchamos a contracorriente porque el flamenco sigue estando relegado a un segundo plano”. Juan cree que el ostracismo al que ha estado condenado el flamenco en Chipiona no es algo casual. “Aquí no hubo grandes tierras con señoritos y jornaleros. Lo que ha pervivido aquí ha sido el minifundismo y eso fomenta el individualismo. No hemos tenido grandes latifundios, como Trebujena, Lebrija, Jerez o incluso Sanlúcar, y por tanto no ha habido jornaleros que se reunieran al final de la jornada a cantar en una taberna o en torno a una candela”.

Y es que, el flamenco nace como un grito de angustia de la clase social más baja y encuentra el caldo de cultivo idóneo para su desarrollo en zonas en las que la diferencia social es mayor. “En Chipiona no ha habido grandes diferencias de clase. La riqueza, en parte debido a la no concentración de las tierras, ha estado más repartida y el poder adquisitivo de todos muy parejo. No ha habido ese desequilibrio”.

El flamenco, aunque a veces tenga aires de fiesta o alegría –tal vez como evasión- no deja de ser un lamento. Nace en el contexto de oficios sufridos. Habla de penurias, dolor, sufrimiento, muerte, desamores. “Piensen en el martinete y la fragua, por ejemplo”, apostilla Juan Gómez. Sin embargo, ha logrado expandirse a otros ámbitos gracias a la mejora en las comunicaciones, el transporte y, de un tiempo a esta parte, las nuevas tecnologías, que le dan un carácter de universalidad.

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“También en esto Chipiona iba un paso por detrás, que aunque tuvo el tren, no era un eje central en la ruta. El trasiego de gentes se enfocaba más a Sevilla, Lebrija, Jerez, Cádiz, Los Puertos… Y para colmo la población gitana no llegó a Chipiona hasta bien entrado el siglo XX. Son una serie de condicionantes que han lastrado el desarrollo del flamenco en la localidad.”

Pese a ello, el flamenco ni mucho menos está muerto. Especial importancia tiene en Chipiona lo que concierne al mundo del baile. La mujer ha sabido tomar rápidamente el testigo en este sentido y no son pocas ni las aficionadas ni las academias de baile que en un momento u otro ha tenido la localidad. María de la O fue pionera en este sentido y luego Anita Galán, María Luisa de los Santos o Estrella Zurcali han profundizado y acercado el baile flamenco a muchas jóvenes. Este es el caso de Vanesa Reyes o Aurora Caraballo, que también han hecho incursiones por su cuenta en este mundo. “Las mujeres estamos ahí pero todavía es un tabú que el hombre baile flamenco. Y eso hay que superarlo”, comenta María Luisa.

Aurora Caraballo, convencida del potencial del flamenco incluso como atractivo turístico afirma que requiere de mayor apoyo institucional y de la afición de la gente. “Antes se bailaba todos los fines de semana y tenía buena acogida. Hay que promocionar actuaciones y concursos”, reseña. Anita Galán es probablemente la que más mundo ha recorrido. “He representado a Chipiona en Alemania, Suiza, Austria, Italia. Me han ofrecido incluso ir a Japón. Estoy constantemente aprendiendo. He estado con Juan Parra y Chiqui de Jerez, Fernando Galán, Charo Cruz en Cádiz y hago muchos cursillos. Tanto dentro de España, con gente de prestigio como Antonio Canales, como en el extranjero”.

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El flamenco es una expresión artística de gran personalidad, que destaca sobre todo por su franqueza. El flamenco es sincero. No esconde nada. Seguramente porque quien nada tiene nada necesita ocultar. Para muchos, es en las peñas donde encuentra en su estado más puro. “Donde el flamenco se vive con más verdad es en las peñas. Ahí es donde lo sientes de cerca. En un macrofestival se pierde la pureza. No concibo el flamenco sin las peñas”, asegura Fernando Guzmán Cotán, quien participó en el disco Chipiona Estación Flamenca y que es sobrino de Cotán, otro veterano y conocido cantaor de la localidad.

El arte flamenco ha pasado por muchas fases y el camino que ha tenido que recorrer hasta llegar a ser entendido y reconocido como arte no ha sido sencillo. El flamenco fue considerado durante mucho tiempo algo de gente tabernaria y de malvivir. “La generación del `98 repudiaba el flamenco. Tuvo que llegar la generación del `27 para darle el lugar que merecía en la cultura”, recuerda Antonio Yerga quien conoce bien los puentes que se establecen entre el flamenco y la literatura. Ahí fue cuando el flamenco logró salir de las candelas, las fiestas de los señoritos y las tascas y se fue abriendo paso hasta ser lo que es hoy. Una fuente de inspiración para miles de artistas, materia de estudio para la Universidad y arte habitual en los teatros. “Precisamente recuperar el proyecto del teatro para Chipiona es una asignatura pendiente”, recalca Antonio.

SAMUEL SERRANO

Si citamos a los cantaores de más renombre que actualmente existen en Chipiona es imposible pasar por alto al `Gordo Prospín´, buen conocedor del fandango y la colombiana. Un caso particular es el de Ramón Flores, que además de tener un cante muy gitano es compositor de magníficas letras. También es particular el caso del afable Paco Salguero, conocido como `el Churrero´, de quien se grabó una saeta a título póstumo. Manolo Durán, Paco Pinto o Miguel Cárdenas, que fue socio fundador de la Peña Flamenca, son tres cantaores dignos de mención. Por otro lado, Antonio Perales, Manuel Pérez `el Pecho´ y su sobrino David, muy tímido pero con garra y personalidad en el cante, son actualmente de los más activos.

David es precisamente uno de los jóvenes que vienen pisando fuerte. Pero sin duda alguna, la gran esperanza que tiene la cantera flamenca chipionera, por la proyección exterior que se le atisba es Samuel Serrano. Con solo 17 años ya ha cosechado notables éxitos. La soleá, la seguiriya y las alegrías de Cádiz son los palos en que más cómodo se encuentra. “Canto desde que tengo uso de razón y mi meta es alcanzar un status artístico que me posibilite vivir de esto, tener conciertos todos los meses. El éxito es algo que no me asusta, pero me da mucha responsabilidad. Tengo los pies en el suelo. No dejo de ser un niño. Mi familia es un gran apoyo y tengo al lado gente como Amador Mohedano o Paco Cepero que me dan los mejores consejos”, relata Samuel. Ha pasado por los platós de Canal Sur o Radio Nacional de España, cantado en conocidas peñas y actuado en Madrid o Zamora. Críticos de la talla de Manuel Martín Martín (El Mundo) han sabido reconocer el incipiente talento de Samuel, cuya actuación en el Baluarte de la Candelaria en Cádiz con el Niño de Pura al toque hizo ver su temprana madurez en el cante. “Ahora ando preparando un nuevo disco con Paco Cepero como guitarrista, productor y compositor. También contamos con el poeta Antonio Murciano, que será el letrista de algunos temas”.

_DSC0799Es curioso el hecho de que, al igual que el hombre se ha acercado poco al baile en Chipiona, la mujer tampoco ha dado muchos pasos hacia el frente en el cante. Montse Rodríguez es una de las pocas que se deja ver, aunque su flamenco no es de tan hondas raíces. “Me gusta más la fusión, y creo que me desenvuelvo mejor, aunque soy aficionada a todo”, declara Montse, que se arranca al minuto con la bulería Alfileres de colores. ‘Lolo’ Valderrama es otro de los aficionados que vive con pasión el flamenco y que está progresando de manera notable con la guitarra. Él y su hermano suelen improvisar cantes en los viernes flamencos de la Peña José Mercé. Juan Román, presidente de la peña, echa de menos un lugar más amplio y más céntrico que les diera más posibilidades de conectar con el público. Eso sí, ni la ubicación ni el tamaño cambian el carácter acogedor de los peñistas. “La peña es de todos. Aquí quien venga se tiene que sentir como en su casa. Invito a todos a que se acerquen, que se ambienten y disfruten”. La dinamización de la peña, donde todos los viernes (y sábados durante el verano) hay cantes y la realización de concursos que inciten a la participación son, desde luego, dos pilares básicos para seguir creando afición. El flamenco pide paso.

 

Fotografía: Pepe Miranda y Juancho Guzmán

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