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Corrales3La realización de una primera colaboración para una revista siempre comporta un alto grado de emoción y de incertidumbre, en gran medida porque se trata de un territorio virgen en el que todos los temas son susceptibles de tratamiento y la decisión más compleja puede llegar a ser la de escoger entre la multitud de opciones posibles. Si esa primera colaboración, además, coincide con el nacimiento de la publicación, como es en este caso, dichos sentimientos se entremezclan con la responsabilidad de cumplir con las expectativas de quien, con más fe que fundamento, te ha otorgado un voto de confianza.

Tras mucho considerarlo hemos decidido iniciar nuestra andanza en este nuevo territorio dando a conocer un poco acerca de nuestra entidad y de las actividades que habitualmente lleva a cabo, tanto a título individual como de manera colectiva.

No obstante, dado que estas líneas verán la luz con los números coincidentes con los meses de julio y agosto, momento en el que la temporada estival se encuentra en pleno desarrollo, en esta ocasión dirigiremos esta información principalmente a aquellos/as que escogen Chipiona como lugar en el que disfrutar de su tiempo de ocio y descanso pues, en la mayor parte de las ocasiones, es el simple desconocimiento lo que les conduce a cometer acciones que ponen en peligro la continuidad de una actividad que bien podría considerarse milenaria.

Es evidente, por otro lado, que entre las personas que nos visitan habrá quienes dispongan de una información del mayor y mejor nivel al respecto de los corrales de pesca y del marisqueo, algunos incluso por encima de personas que son residentes en nuestra localidad. No obstante, es de suponer que será mayor el número de casos que cuenten con una información básica (o incluso con ninguna información) en esta materia.

Por ello quizá resulte necesario, o al menos recomendable, iniciar esta exposición desde el punto más básico posible. Tengan los más avezados o experimentados en estas lides un poco de paciencia. Tal vez incluso hasta ellos puedan descubrir algo nuevo o desconocido entre estas líneas.

Corrales de pesca y marisqueo son dos elementos diferenciados, pero estrechamente vinculados, tanto que no resulta posible estudiar a uno sin hacer paralela consideración del otro.

No obstante, puestos a escoger (por limitaciones de espacio), comencemos en esta ocasión por adentrarnos en el estudio del espacio físico (los corrales), y posterguemos para una ocasión futura el tratamiento de la actividad que en ellos se lleva a cabo (el marisqueo).

 Con respecto a los orígenes de los corrales hay quien afirma que pueden ser árabes, aunque hay quien teoriza al respecto de que su existencia se remonte hasta la época del Imperio Romano o de alguna civilización previa. Pese a que en realidad suponen una incógnita histórica, lo que sí puede afirmarse con total rotundidad es que los corrales de pesca y la ancestral técnica de pesca que en torno a ellos se lleva a cabo cuentan con más de seis siglos de antigüedad.

La primera referencia a los corrales de pesca que se ha podido localizar en un documento escrito data del 16 de julio de 1.399, es decir, ya finalizando el siglo XIV. Se trata de un documento por el que D. Pedro III Ponce de León, señor de Marchena, cedía los derechos de explotación del Corral La Cuba al Monasterio de Regla, como ayuda económica a los frailes agustinos que precedieron a la orden franciscana que habita actualmente el Convento.

En aquellos momentos, al igual que todos los bienes de producción susceptibles de generar riqueza, la propiedad de los corrales se concentraba en manos de la alta nobleza, quienes delegaban su explotación y mantenimiento en unos catadores responsables a cambio de una participación en la pesca obtenida o de un salario.

Tasar el valor económico de estas artes de pesca por aquellas fechas resulta una labor difícil de establecer en la actualidad, pero al objeto de establecer paralelismos con índices de valor actualizados podríamos tener en cuenta que en ocasiones, incluso hasta finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, fueron objeto de intercambio por explotaciones agrícolas que contaban con varias aranzadas de superficie.

Paulatinamente la titularidad de los corrales fue concentrándose en manos del clero a través de cesiones y donaciones llevadas a cabo por aquella alta nobleza que llevaba a cabo cuantiosas ofrendas materiales a los responsables del poder espiritual.

Al igual que otras muchas propiedades y derechos, fueron objeto del proceso que bajo la forma de desamortización (en realidad un sistemático despojo patrimonial principalmente a expensas de la Iglesia) se llevó a cabo a partir de 1.836 y durante varios años por Mendizábal, responsable de finanzas de Fernando VII. Los bienes así “desamortizados” pasaron a manos del Estado quien, posteriormente, los fue vendiendo o adjudicando en función de las necesidades económicas de la Corona.

Nuevamente al igual que muchas otras propiedades y derechos, a través de este proceso de venta o adjudicación los corrales fueron concentrándose en manos de la entonces nueva clase social pujante en materia económica y en cuyas manos fueron concentrándose los bienes capaces de concentrar alguna forma de beneficio: la burguesía.

Sus nuevos propietarios mantuvieron la forma de explotación que la nobleza, en un primer momento, y la Iglesia, posteriormente, habían llevado a cabo: confiarlos a un catador responsable de su mantenimiento y explotación a cambio de una participación económica.

Ya plenamente integrados en el mercado de compra-venta, los corrales cambiaron de manos en numerosas ocasiones, llegando incluso a manos de pequeños propietarios que eran, en realidad, sus propios catadores, y que en ocasiones se dedicaban en exclusiva a su gestión económica, aunque lo más habitual era que se alternara su explotación pesquera con la gestión de una o varias fincas agrícolas.

Durante la segunda mitad del siglo XX (especialmente a partir de 1.965-1.970), no obstante, un cambio en las circunstancias biológicas vinieron a traer un cambio significativo en el periplo histórico de los corrales.

Efectivamente, si bien se había venido pudiendo considerar a los corrales de pesca como un arte pesquera de primera entidad en cuanto a su capacidad para la obtención de pesca, el incremento de la presión pesquera sobre todos los caladeros, con un proceso de agotamiento permanente, fue mostrando sus consecuencias en estas artes de acción costera en la forma de paulatina y constante reducción de capturas.

Se inició con ello un proceso de degradación en su consideración económica hasta tal punto que su explotación como fuente de ingresos se hizo insostenible, llegándose en casos a un auténtico abandono o, a lo sumo, a una gestión marginal.

El nivel más bajo en su historia se alcanzó cuando gran parte de estas instalaciones fueron vendidas para la extracción de los ostiones que sostienen unidas las piedras que lo conforman. Este proceso devino, obviamente, en una situación de auténtico peligro de desaparición física, cuando los corrales se fueron desmoronando sin que ya nadie se preocupara de su mantenimiento.

La aparición en julio de 1.988 de la actual Ley de Costas (Ley 22/1.988, de28 de julio) trajo consigo otro cambio significativo, esta vez en el plano legal, pues procedió a un nuevo deslinde de toda la franja litoral y de la zona de dominio público marítimo-terrestre, por lo que las zonas implicadas pasaron nuevamente a titularidad del Estado.

Aunque para estos momentos la tradicional figura del catador se había ido extinguiendo en un proceso paralelo al de sus corrales, la forma de pesca a pie o marisqueo tradicional continuaba en pleno auge entre los vecinos y vecinas de la localidad, pese a los cambios normativos que se habían producido en los últimos años.

Efectivamente, y a raíz de la aprobación del primer Estatuto de Autonomía de Andalucía, las competencias pesqueras en aguas interiores pasaron a quedar en manos de la nueva Junta de Andalucía.

La Junta de Andalucía, pasó a considerar el marisqueo como una actividad exclusivamente profesional, haciendo exclusión de cualquier fórmula de distinción que permitiera, como en el caso de la pesca, un aprovechamiento deportivo, cultural o tradicional.

 En dicha tendencia fueron aprobadas la Orden de 19 de noviembre de 1.984, de la Consejería de Agricultura y Pesca, y la Resolución de 12 de febrero de 1.987 de la Dirección General de Pesca, e incluso la mucho más reciente Ley 1/2.002, de 4 de abril, para ordenación, fomento y control de la pesca marítima, el marisqueo y la acuicultura marina.

Dichas normas convirtieron en ilegal la práctica tradicional del marisqueo que desde tiempo inmemorial se viene realizando en nuestra localidad.

No obstante, el 24 de abril del año 2.000 se constituye la Asociación de Mariscadores de Corrales “Jarife”, para integrar en su seno a todos los aficionados y aficionadas a esta singular modalidad de pesca a pie. Esta constitución prácticamente coincide en el tiempo con la finalización de las amplias labores de regeneración que fueron realizadas desde la Demarcación de Costas de Andalucía-Atlántico para la recuperación física de estas ancestrales artes de pesca, lo que ha hecho posible, en gran medida, volver a contar con ellos al día de hoy.

Felizmente, cuatro años después, y tras numerosas gestiones, se obtuvo el beneplácito de las Administraciones responsables de las áreas implicadas.

Al día de hoy la Asociación de Mariscadores de Corrales “Jarife” cuenta con un total de más de 500 personas inscritas y de entre sus miembros y por sus miembros se seleccionan las personas que durante un período de un año harán las veces de catadores de los corrales de pesca, siendo responsables de su mantenimiento y conservación a cambio del derecho de prioridad en el acceso a los corrales y a su cata.

Una vez analizada su evolución histórica y los cambios de gestión registrados a lo largo del tiempo, corresponde abordar seguidamente el estudio físico de nuestros corrales de pesca. Ese apartado, habrá de esperar al próximo número.

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Fotografía: archivo Quince.

Texto remitido por la Asociación de Mariscadores JARIFE.

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