Fernando «La Jirvaná» es un hombre corriente, un currante que ama todo lo que huela a Chipiona y que procura no perder nunca los lazos de la amistad. Esa que da la felicidad en la niñez, sigue siendo uno de los pilares de su día a día. Fernando es de los que saben valorar las pequeñas cosas que la vida ofrece. A cualquier hora lo podrán ver con su furgoneta yendo a cumplir con un encargo o con la puerta de su espartería abierta de par en par, con un puñado de amigos departiendo. Fue Carnavalero del año en 2006, y aparte de este, pocos reconocimientos más se han hecho a un hombre que tal vez no los necesite. En Chipiona todo el mundo sabe quién es Fernando «La Jirvaná» y todos esbozan una sonrisa de cariño cuando se pronuncia su nombre. Qué mejor reconocimiento que ese.
¿Trabaja mucho Fernando la Jirvaná?
Pues aquí llevo ya 45 años. Antes echaba muchas más horas. Tengo que llevar una casa adelante y cumplir con los clientes.
¿Para ganar poco?
Bueno, ha habido épocas. Antes en la vendimia o con los aparejos de los animales, por ejemplo, trabaja mucho pero se ganaba. Y hasta hace poco de guarnicionería y espartería sólo estaba yo, pero ya eso se trabaja muy poco. Para tapicería y demás pues hay más competencia que antes y es más complicado.
¿Qué le diría a esos que dicen que en el Sur no trabajamos?
Eso es un cuento. ¿Cuántos andaluces no han tenido que emigrar en busca de trabajo?
Fernando, ¿por qué vienen aquí siempre sus amigos?
Esto es ya una costumbre, como el centro de reuniones. Ellos aquí lo pasan bien. A veces también discuten, todo hay que decirlo. Pero vamos, que aquí se arregla todo rápido (risas).
¿Y no le interrumpen?
¡Qué va! Yo estoy acostumbrado. Muchas veces están hablando cosas y ni me entero. Yo estoy en lo mío.
Al menos caerá alguna que otra conviá ¿no?
Eso es más ruido que nueces. Mucha gente se cree eso, porque todo el que está aquí está contento y piensan que es de «achisparse». Pero qué va. Algunos se traen a veces cervecilla o un vino de Casa Carlos, pero no es tanto. A mí, de hecho, nunca me ha gustado beber.
Usted es el ejemplo perfecto de combinar las dos cosas: trabajo y amistad
Yo esto lo he vivido desde niño, cuando trabajaba con un hombre que le decían «La Granaílla». Él siempre tenía a sus amigos allí con él. Eso te anima mucho la jornada.
Y la decoración de este local también tiene su historia…
Y la que tiene la antigua espartería de enfrente. Ahí tengo todavía más carteles y cuadros. Aquí puedes ver todo: cosas de música, Rocío Jurado, corridas de toros, carteles y fotos de nuestras reuniones carnaval, la comparsa de Antonio Martín que está incluso firmado… En fin, las cosas que a mí me gustan.
¿Por qué el mote de La Jirvaná?
Por mi abuela, que era Concha «La Jirvaná». Ella cosía pantalones, hilvanaba y toda la gente decía Concha la que hilvana, «La Jirvaná». Ya el mote se le quedó a mi madre, a mi hermano y a mí. Y estoy muy orgulloso de él.
¿Cree que la gente con mote en Chipiona es más popular?
Es que en Chipiona antes, sin mote no dabas con nadie. Ahora, la gente más joven va perdiendo un poco la costumbre del mote, se usan más los apellidos… Pero en Chipiona tener un mote es muy importante para que la gente te conozca.
Usted conocido es desde luego…
Por donde estoy y por mi trabajo trato con mucha gente. Luego, por el mote también me conoce mucha gente. Es más fácil que se acuerden de uno.
Organiza actos en Carnaval y una zambombá en Navidad ¿Qué tienen de especial esos días para usted?
Son días muy bonitos, tanto cuando vienen las agrupaciones aquí a cantar como cuando salimos todos los amigos. Ese día es fantástico, aunque ya muchos de los que empezamos recordando viejos tiempos con la tradición de «Juegos de la Infancia» se nos han ido, por desgracia. Lo de la zambombá empezó aquí entre nosotros pero ha tenido muy buena acogida entre los vecinos y los comercios de aquí cerca también.
Qué importante es compartir y cuánto se olvida en estos tiempos ¿verdad?
Cuando los de mi quinta éramos pequeños íbamos de casa en casa en Navidad. Todo el mundo nos daba de lo que tenía, de lo que hubiera. Tortas de leche, tortas de viento, algún chorizo…lo que fuera. La gente ya se ha despegado mucho de estas cosas.
¿Qué es lo que más valora de su vida?
Pues sobre todo los buenos momentos que tengo, lo feliz que soy con mis amigos y con mis cuatro cosas. Al final eso es lo que te queda. Lo demás ¿para qué?
Díganos un deseo
Que la gente ponga de su parte para una buena convivencia, que se lleguen a acuerdos y sobre todo trabajo. Sin trabajo cuesta más ser feliz.
Fotografía: Manuel Jurado