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Analfabetismo 1930

El próximo 2 de enero conmemoramos en Chipiona el 75 aniversario de la fundación de nuestra biblioteca municipal, creada en 1934 con la intención de llevar al pueblo el aliento del progreso y los medios para participar en él.

Para conocer los orígenes de la biblioteca debemos remontarnos a los primeros años de la Segunda República. Desde el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes se creyó necesario ensayar nuevos procedimientos de influencia educativa en la sociedad, sobre todo en las localidades rurales. Estas medidas se encaminaban a disminuir la elevada tasa de analfabetos existente en España en los años 30, que alcanzaba un 30,8 % (23,6 en los varones y 38,1 % en las mujeres). En Chipiona, el porcentaje oscilaba entre el 40 y el 50 por ciento.

El Patronato de Misiones Pedagógicas fue la institución encargada de desarrollar este ambicioso plan, que implicaba, entre otras acciones, el establecimiento de nuevas bibliotecas populares de carácter fijo o circular. En noviembre de 1931 se daba un paso más con la creación de la Junta de Intercambio y Adquisición de Libros, cuya misión era modernizar las colecciones de las bibliotecas públicas españolas, en las que había demasiados libros antiguos, para hacerlas atractivas a los lectores. “De poco puede servir la actuación personal del bibliotecario más apto y animado de mejores propósitos si no dispone de libros adecuados para atraer y sujetar el interés de los lectores”.

Con la intención de cambiar esta lamentable situación se promulgó el decreto del 13 de junio de 1932 que establecía que cualquier municipio español que careciese de biblioteca podría solicitar su creación. A ello se acogió el Ayuntamiento de Chipiona, a la vez que otras localidades de la provincia, como Sanlúcar de Barrameda. El gobierno central destinó la cantidad de 100.000 pesetas para la consecución de este proyecto. Los municipios que se acogían a esta subvención estatal estaban obligados a ofrecer un local conveniente para albergar la biblioteca, y para ello se eligió un local situado frente a la Parroquia de Nuestra Señora de la O. Se debía, asimismo, señalar con un rótulo bien visible el horario de servicio, indicando que su acceso es libre y gratuito para todos los habitantes del término municipal. El horario mínimo que había de cumplir era de cuatro horas semanales y una sesión semanal dedicada al préstamo. Se designó como bibliotecario a Miguel Espinosa Pau, maestro de escuela particular que ha dado nombre a la actual Escuela de Adultos.
La Junta de Intercambios proporcionaba un donativo de libros para la fundación de las bibliotecas en virtud del número de habitantes: 150 volúmenes para municipios con población inferior a 1.000 habitantes, 300 para localidades con población comprendida entre los 1.000 y 3.000 habitantes y 500 volúmenes para los municipios con más de 3.000 habitantes. A Chipiona le corresponderían 500 ejemplares, pues en 1930 existía una población censada de 4.947 habitantes.

Toda biblioteca pública subvencionada debía contar con una Junta Administrativa, encargada de velar por su buen funcionamiento. En nuestro pueblo, la Junta se constituyó con siete componentes: Antonio González Lugo (en representación del Ayuntamiento), José Miranda Caro (presidente de la Junta), Manuel Herrero Benítez (secretario), Juan García García, (vicepresidente), Marcelo Gutiérrez Gutiérrez y Eduardo Vassallo Parody (vocales) y Juan Luis Poza Fernández (tesorero). Como se especifica en el acta de fundación: “…designados los presentes como personas amantes de la cultura y de sus profesiones y títulos académicos algunos de ellos, se habían estimado como los más aptos y a propósito para constituir la junta referida…” Las reuniones de esta Junta Local se celebraban, por falta de un local propio para ello, en la Casa Consistorial.

parroquia

El 27 de julio de 1933 se reunió la Junta de la Biblioteca Municipal para dar cuenta de haber recibido trescientos volúmenes de la Junta de Intercambio y Adquisición de Libros. Se anunció también que brevemente serían enviados los doscientos restantes que completaran los quinientos otorgados como base de la biblioteca. Para el 15 de septiembre, el mobiliario de la biblioteca estaba compuesto de dos estanterías para libros -una cedida por D. José María Miranda Caro y otra que fue comprada en Sanlúcar de Barrameda-, además de asientos y mesas para la sala de lectura. Las obras de la biblioteca ya estaban finalizando, recibiéndose incluso la visita de un inspector para supervisar los últimos trabajos.
La inauguración se llevó a cabo en el plazo previsto y el 2 de enero de 1934 se abrieron por primera vez las puertas de la biblioteca municipal de Chipiona. Este importante y trascendente momento se celebró sin ostentación alguna a causa “de no contarse con fondos para poderlo celebrar”, debido a que los gastos originados por las obras habían sobrepasado, con mucho, las cantidades consignadas en el presupuesto.

A los libros donados por la Junta de Intercambio se les sumaron las obras “que se hallaban en el archivo municipal, y con las donaciones hechas por los señores Don Cristóbal Lozano, vecino de Sevilla, Don José Rodríguez Mateos, de Coria del Río, Don Miguel Espinosa Pau, Don Alfonso Montalbán Monge, Don Antonio Florido Sánchez y Don Miguel Romero, vecinos de ésta”. Nuevas donaciones siguieron aumentando el fondo de la biblioteca durante el año de 1936. Estos libros fueron cedidos por Antonio Sánchez Florido, presbítero y vecino de la localidad, que aportó varios volúmenes que trataban de asuntos religiosos; Miguel Romero donó libros sobre matemáticas, agricultura y literatura latina; el Patronato de Misiones Pedagógicas de Madrid cedió una memoria de los trabajos realizados por esta institución; don Arcadio Crespo Leza, alférez del cuerpo de carabineros, un ejemplar del formulario-guía del carabinero; don Miguel Espinosa, tratados de matemáticas, una gramática latina y un manual de relatos escogidos en dicha lengua, más un tratado de carpintería; Manuel Gómez, maestro nacional en la villa, donó tres volúmenes de aventuras y de viajes, y la dirección del Ministerio de Agricultura, varios folletos informativos sobre el desarrollo agrícola.

Todos estos esfuerzos, institucionales y particulares, pretendían crear una nueva realidad española en la que los jóvenes, el futuro motor del país, estuviesen lo suficientemente formados para construir una sociedad libre y democrática. Esta idea la expresaba Marcelino Domingo, Ministro de Instrucción Pública, de forma magistral. Todavía hoy podríamos aprender de sus palabras:

“La instauración de la democracia puede ser por la violencia; su consolidación sólo es posible por la cultura. Dónde la cultura falta, el sistema democrático se pervierte, se esteriliza, se desfigura o cae, no por la presión exterior, sino por la interna consunción. No lo derriban, se desploma.”

 

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