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poltergeist (1)

Cuenta Juan Tallón en su libro ‘El váter de Onetti’ que cuando se mudó a Madrid, su padre lo telefoneaba cada semana para saber si estaba escribiendo. Él mentía asegurándole que sí porque pensaba que el acto de no escribir forma parte del proceso creativo. Yo no me considero escritor porque de hacerlo estaría insultando a Bolaño y a Truman Capote entre otros. Ese traje me viene grande y yo suelo pasear en chándal. Aquejado de una jaqueca tan cansina como el desafío soberanista, habría aprobado cualquier referéndum con tal de que se independizara de mí. Dejé los analgésicos fuera de mi alcance y del de los niños y me decanté por una droga más dura. Agarré el mando a distancia y atrincherado en el sofá, me enfrenté a ese aparato maléfico que es la televisión. La negrura de la pantalla dio paso a un bulldog maquillado que respondía al nombre de Terelu. Ésta le confesaba al presentador sus aventuras veraniegas bajo la atenta mirada de María Patiño. Cuando la cámara enfocó a la insigne periodista recordé que un profesor de la facultad se jactó de haberle dado clase sin sonrojarse ni hacerse el harakiri. Todavía me arrepiento de no haber redactado una queja formal al decano por aquel testimonio.

Terelu confirmó que sale con su monitor de gimnasio y yo la creí. Sale huyendo de las bicicletas estáticas y las mancuernas a juzgar por las lorzas y la papada que luce ahora. Impelido por fuerzas telúricas, apreté el botón del mando a distancia como si fuera el pulsador de un concurso de preguntas. Llegué a Menuda Noche. El otrora niño del tambor que amenizaba a la audiencia con cuplés, se ha convertido en un joven orondo que intenta entretener sin éxito y hace trucos de magia Borrás. Canal Sur, empeñado en facilitarle el trabajo a los editores de APM, sigue exportando andaluces chistosos porque “como aquí en ningún lao y olé”. Pero todo puede empeorar. Un rótulo celeste en el margen inferior de la pantalla anunciaba la inminente aparición de Gemeliers en el plató con la excusa de sorprender a una fan. Amnistía Internacional denuncia que los presos de Guantánamo soportan estoicamente todas las torturas menos las canciones de estos dos monstruos. Algunos críticos de cine aseguran que si Kubrick siguiera vivo, rodaría un remake de ‘El resplandor’ sólo para sustituir a las gemelas del hotel por Jesús y Daniel.

Antes de que empezaran a berrear volví a cambiar de canal. “¡Con la Iglesia hemos topado, querido Josega!” exclamé al ver el logo de 13 TV. Suspiré aliviado al comprobar que estaban emitiendo un western y no un aquelarre contra Podemos y la Junta de Andalucía. En el fondo admiro a esa caterva de tertulianos capitaneados por Carlos Cuesta. Este líder de opinión presentó un documental sobre la pobreza que generaba la política económica de Zapatero usando imágenes del año 2000. Otro periodista que me apasiona es Hermann Tertsch, un liberal que trabaja en una televisión pública desde la que criticó una huelga general antes de que se celebrara. Los obispos deberían reprender a estos dos personajes por pasarse el octavo mandamiento por el arco de La Macarena. Salté de 13 TV a la Sexta. El equipo de investigación de Gloria Serra seguía el rastro del clan gitano que controla el narcotráfico de la Cañada Real. A mí no me importa cuánto dinero se embolsa esa familia vendiendo cocaína. Yo ardo en deseos de saber dónde compran los trajes de colores, los sombreros y los vestidos de pedrería. Recalé en Divinity TV y observe cómo una mujer, acompañada de una corte de amigas y familiares, se agobiaba eligiendo el vestido de su boda. Todo el mundo sabe que lo más importante del matrimonio es la marca del vestido y no la persona con la que vas a compartir techo y cama. De Atresmedia pasé a Mediaset. En Cuatro emitían ‘Todo va bien’. El título ya te induce a pensar que el programa va a  insultar la inteligencia de los telespectadores desde el minuto uno de la escaleta. Una banda de treintañeros pánfilos, víctimas del síndrome de Peter Pan, entrevistan a un artista (sustituya la palabra artista por cualquier actor o cantante de moda) siguiendo un guión pésimo y unos chistes previsibles. Después de este paseo por la TDT apagué la caja tonta. La televisión había obrado el milagro. El dolor de cabeza había remitido pero a cambio me había dejado unas imperiosas ganas de llorar.

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