La sociedad civil, ese conjunto de entidades y personas que de una manera u otra actúan en la colectividad sin formar parte de las administraciones, especialmente del ayuntamiento, va a ser clave en el futuro inmediato de este pueblo, si no lo es ya en el presente que nos va atropellando. Cada día creo más en las posibilidades de una sociedad civil madura, crítica e independiente, aunque todavía nos quede bastante para llegar a esas condiciones ideales.
Recuerdo el hervidero social de los años ochenta. Muchas de aquellas entidades perviven todavía o queda alguna herencia de ellas. Nacían para hacer. Para aportar. Hoy, en ocasiones, se crean entidades que antes de echar a andar ya están pidiendo o exigiendo, ya sea una subvención, un local, un viaje o una simple ‘convidá’.
En los últimos tiempos uno no sabe muy bien donde acaban algunas entidades y donde empieza el Ayuntamiento. Y a la inversa. Sería muy importante que se distinga de forma diáfana la línea que las separa. Del mismo modo que la división de poderes es una garantía de salud democrática; a su manera, la separación clara ayuntamiento-sociedad civil nos aporta higiene municipal.
Las gentes que pertenecemos a colectivos o asociaciones tenemos que marcarnos nuestros fines y buscar los medios para llevarlos a cabo. El Ayuntamiento, por su parte, cuenta con unos objetivos propios que son fijados por quien ostenta el poder. Los intereses de las entidades pueden confluir o no con los de los gobernantes, pero, en todo caso, la independencia y el espíritu crítico de los actores sociales harán siempre más rica y fructífera la relación.
De esta manera, con el establecimiento de una dialéctica de igual a igual, con toda seguridad, Chipiona se verá beneficiada de las aportaciones de todos. Los tiempos que corren no son fáciles y no nos podemos permitir prescindir de nadie. Pero no olvidemos ser críticos. Ejerzamos nuestros derechos para que no se pierdan por el desuso. Animémonos a ser y a sentirnos un poco más libres.
Texto: Cristóbal Ruiz