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jovellanosCuando Jovellanos sentó las bases de lo que en la Asamblea Constituyente de 1812 se llamaría la Instrucción Pública, dio un paso de gigante para el pensamiento pedagógico español y para iniciar el final del analfabetismo en nuestro país. Aunque es consabido que el siglo de las utopías, el conocimiento universal sólo fuese una utopía más.

Pero el debate más interesante, actual y profundo puede que sea en su superficie un debate nominalista: la diferencia entre instrucción y educación. Educación se le llamó a la instrucción cuando se pretendió de ella que además de saberes y disciplinas, aportara normas de  comportamiento y civismo.

Pero, al parecer, todos nos hemos confundido. Los padres han pensado que, como los que educan son los profesores, con las seis horas que pasan sus hijos en el colegio es suficiente. Y que  las otras dieciocho pueden relajarse. Los educadores olvidan su vocación y todo para ellos es puro mercantilismo (trabajar y cobrar). Los políticos, por su parte, sólo quieren informes. Enterrar a los empleados públicos (y privados) en papeles innecesarios que se apartan de la realidad del educando.

Los que nos preocupamos por todo esto, miramos hacia Finlandia con envidia y vemos que allí los jóvenes están realmente educados. Que no se forma a analfabetos funcionales, niños que saben decir una letra detrás de la otra y piensan que eso es leer.

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