
Pero el debate más interesante, actual y profundo puede que sea en su superficie un debate nominalista: la diferencia entre instrucción y educación. Educación se le llamó a la instrucción cuando se pretendió de ella que además de saberes y disciplinas, aportara normas de comportamiento y civismo.
Pero, al parecer, todos nos hemos confundido. Los padres han pensado que, como los que educan son los profesores, con las seis horas que pasan sus hijos en el colegio es suficiente. Y que las otras dieciocho pueden relajarse. Los educadores olvidan su vocación y todo para ellos es puro mercantilismo (trabajar y cobrar). Los políticos, por su parte, sólo quieren informes. Enterrar a los empleados públicos (y privados) en papeles innecesarios que se apartan de la realidad del educando.
Los que nos preocupamos por todo esto, miramos hacia Finlandia con envidia y vemos que allí los jóvenes están realmente educados. Que no se forma a analfabetos funcionales, niños que saben decir una letra detrás de la otra y piensan que eso es leer.