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Mercedes Carranza tiene 93 años, pero conserva una vitalidad impropia para su edad. Un entusiasmo vital del que hace partícipe a quien con ella comparte apenas un rato de conversación. Los surcos de su frente y las arrugas de sus manos delatan el paso del tiempo, pero son una señal inequívoca de experiencia y sabiduría. Trabajadora incansable, la vida le ha puesto ante muchos retos que ha sabido superar con éxito. Una mujer adelantada a su tiempo que tiene mucho que contar. 

 Mercedes, ¿cómo vivió usted su infancia?

Pues no fue sencilla. Me quedé huérfana con cinco años y recuerdo que cuando celebraban el día del padre en el colegio lo pasaba muy mal. Era doloroso.

¿En qué colegio estudió y qué le enseñaron?

Estudié en el colegio Divina Pastora y allí aprendí a sumar, restar, multiplicar y dividir. También dábamos geografía, historia sagrada e historia de España.

 ¿Cuántos eran en su casa?

Éramos tres porque mi madre tuvo cinco hijos pero una murió en el parto y dos murieron de meningitis. Así que quedamos mi hermano y yo y tuvimos que arrimar el hombro. Cuando mi padre murió, con 42 años, estaba empezando un negocio y mi madre fue la que se quedó con `las llaves de la despensa´.

Y tuvo usted que quitarse del colegio muy joven para empezar a trabajar…

Con nueve años. Entonces el papel de la mujer era muy distinto al de ahora. Hice la comunión en el año 27 y con 10 años empecé a coser para la calle con mi madre. Ya cuando empecé con la tienda tuve que dejar la costura.

 ¿Cómo era el negocio de la tienda?

Pues era una tienda muy familiar. Todo el mundo venía a casa de Mercedes Carranza, porque tenía las mejores toallas de Chipiona. Hace poco me vino una mujer de Barcelona, diciendo que conserva una de las toallas que me compró.

 ¿Tener la tienda en su propia casa es una ventaja o un compromiso?

Es como si estuviera abierta todo el día. La tienda cerraba, pero yo seguía aquí y la gente venía. Ahora mi casa sigue igual, entrando gente a todas horas. Es algo que es parte ya de mi vida.

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 Usted es una mujer que lleva muy bien las cuentas, pero ¿era carera Mercedes Carranza?

Llevar las cuentas es algo que siempre me ha encantado y que todavía lo sigo haciendo perfectamente. Nunca he necesitado una calculadora. Pero eso no quiere decir que fuera carera, al revés. Yo traía las toallas de Barcelona y compraba las que ellos consideraban defectuosas. Eran pequeños detallitos que casi ni se veían. Cuando se lavaba, la toalla se ponía ya en perfecto estado. Todo el mundo venía a por ellas aquí porque, gracias a eso, podía ofrecer la calidad a un menor precio.

 ¿Y consentía usted dejar fiado? Ya sabe que eso ahora se estila poco…

Sí, claro que dejaba fiado. Aquí venía la gente y apuntaba lo que fuera y lo iba pagando poco a poco. Ahora nadie se fía de nadie, y con la crisis esta menos todavía.

Pero en 93 años, usted habrá vivido malos tiempos…

Claro, he vivido épocas muy distintas y algunas muy dolorosas. Yo me casé en el año `41, en plena posguerra, los años del hambre.  Así que fíjate. Recuerdo mucho las cartillas de racionamiento y las técnicas que utilizaba para que no me cogieran “los lechuzos” (inspectores de la época) cuando llevaba más provisiones de la cuenta. Escondía los sacos de garbanzos debajo de un lebrillo. Siempre tuve mucho miedo de “los lechuzos”.

Estaba todo muy controlado ¿no?

Claro, había como un economato que repartía las cantidades y de ahí no podías pasarte. Pero te daban muy poco. Nosotros hacíamos algunos trucos. Por ejemplo, el trigo se lo comprábamos directamente a los campesinos en el campo de Rota y eso no se podía hacer porque ellos tenían que entregar toda la cosecha. A la vuelta, veníamos huyendo de los civiles (comenta entre risas).

¿Le gustaba a Mercedes ir al cine?

Me gusta más el teatro. De siempre. Además, cuando yo era joven había poco dinero como para ir al cine. Más adelante, me gustaban las de humor de Paco Martínez Soria, pero prefiero el teatro. 

Es usted una mujer que siempre tiene una sonrisa para todos y un buen sentido del humor

Me considero una mujer muy feliz. Sé disfrutar tanto de lo mucho como de lo poco. Si no fuera por las desgracias familiares, habría sido feliz toda mi vida. Eso sí, para contar chistes tengo mucha malaje (ríe de nuevo).

Lo que no me podrá negar que le encantan son las flores…

Me gustaría tenerlas más atendidas de lo que las tengo. Ya veo poco y no puedo regarlas bien. Pero sigo sacando el agua del aljibe y me encanta tener el patio lleno de flores.

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 Ya, pero a veces lo tiene más lleno de bolsas…

Sí, es verdad. Pero es algo que también hago porque quiero. Cuando me jubilé empecé con Madre Coraje y ya es algo que no puedo dejar. Me gusta ayudar a los demás y esta es una buena manera. Además todo el mundo viene aquí ya a dejar sus cosas.

¿Quién le inculcó ese afán de ayudar a los demás?

Mi madre, sin duda alguna. De pequeña, cuando hacía puchero, me mandaba con una olla para que la llevara a casa de gente que lo necesitaba.

También fue Ministra General y Tesorera de la Orden Tercera Franciscana…

Él es otro buen ejemplo de cómo cambiar y entregarse a los demás. Fue una experiencia también bonita.

Es usted una mujer muy popular, con muchas amistades

Sí, nunca he hecho distinciones y he intentado llevarme bien con todo el mundo. Tengo amigos de todas las capas sociales. Es una pena, que ahora la gente haga amistades por dinero y esas cosas. La sociedad no debería ir así.

Pero, ¿cree usted que hay más gente mala o buena?

Buena pregunta, y fíjate que pese a todo lo que decimos, yo creo que hay más gente bueno. Lo que pasa que lo malo siempre resalta más. Todo el mundo lo comenta. Lo que hacen los buenos muchas veces pasa desapercibido.

¿Qué es lo que más miedo le da en esta vida?

La soledad. Me cuesta vivir sin la compañía de mi gente.

¿Qué época del año le gusta más?

El verano porque es cuando hay más vida en el pueblo. La Navidad es una fecha bonita también pero también es muy melancólica y te acuerdas mucho de los que faltan. Me quedo con el verano.

¿Le gusta la política?

Tengo mis ideas, pero nunca he sido de ningún partido. Lo que menos me gusta es la hipocresía que hay en la política.

¿Qué le diría a la juventud?

Que disfruten. La juventud es época de disfrutar. Después es cuando vienen los problemas. Eso sí, que disfruten respetando y sin molestar a los demás.

¿Viviendo donde vive, a usted le molesta mucho la juventud en las noches de movida?

Para nada, la movida no me estorba en absoluto. No me parece mal que los jóvenes salgan. Sólo me molestan los coches con la música tan alta que ponen algunas veces.

¿Cree que tiene un espíritu joven todavía?

Pues sí, todo el mundo me ve más joven de lo que soy, pero cuando me miro las arrugas me doy cuenta de todo lo que llevo ya vivido. Que no es poco. Gracias a Dios tengo la cabeza perfectamente y muchas ganas de seguir haciendo cosas.

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Fotografías: Manuel Jurado y archivo personal de Mercedes Carranza.

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