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DFHDFZHZCuando el verano avanza, el sol de Sevilla se desparrama por sus calles para hacer  travesuras. Con los bártulos al hombro como Calimero y los ojos clavados en la primera página de un libro, me dispuse a salir de la facultad. Un haz de luz nubló mi privilegiada vista de topo soñoliento en un instante decisivo. Solo faltó caerme de un caballo y oír a Dios espetándome: “¿Josega, por qué me persigues?” Cuando levanté la cabeza ya era demasiado tarde. Mi cara de reportero dicharachero se había estampado contra una de las puertas de cristal. Tras el percance, mis oídos captaron las risas sardónicas de dos mujerzuelas que se divertían con mi charlotada. El efecto del golpe y el exceso de luz me obligaron a aminorar la marcha. 

Cuando ya sopesaba la posibilidad de comprarme un bastón y vender cupones, recuperé la visión: una multitud se agolpaba en la entrada de la facultad. Al principio pensé que se trataba de una asamblea de Delegación, pero el olor a perfume caro me hizo descartar esa hipótesis. Una nueva hornada de estudiantes estaba a punto de graduarse. Ellos, con traje, corbata y varios litros de gomina en la cabeza. Ellas, subidas a tacones de vértigo, peinadas para la ocasión y ataviadas con un nuevo vestido de oferta. Todas pintadas; unas por Velázquez y otras por Pollock. Algunos padres, cogidos del brazo de sus hijos, observaban el edificio con el asombro de un tronista dentro una biblioteca pública. Los abuelos, apoyados en bastones y muletas, sonríen y sueñan con ver a sus nietos presentar “el parte” algún día. “Si la nueva reina de España es periodista ¿Por qué no a correr la misma suerte mi niña?”

En un flashback biográfico, me vi a mí mismo en ese lugar hace un año. Pensé que de un momento a otro, como en la película ‘Fellini, ocho y medio’ todos los presentes formarían un corro y empezarían a bailar a mi alrededor. De vuelta a la realidad y azorado por un futuro que no llega, sentí que como Casandra, debía anunciarles la catástrofe inminente aunque no me creyeran. Confesarles que no habrá paz para los graduados. Que hagan las maletas sin mirar atrás porque no habrá Borbón que los salve. Que si el Régimen del 78 se desmorona, no habrá cascotes suficientes para  apedrear a los que el coleta denomina “casta” y Juan Carlos (Aragón) llama “ladrones”.  Vi llegar el autobús y corrí hacia él como Bale en la final de Copa. Me senté al lado de la ventana dejando atrás a eso jóvenes soñadores. Reanudé la lectura y me acaricié la frente. Aún me seguía acordando del golpe.

Texto: Josega Real

Ilustración: Patricio Lázaro

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