Hablar con Pablo Gutiérrez (Huelva, 1978) es hablar con la vida de frente. La entrevista discurre en un marco ambiguo. De fondo, las barquillas de Bajo Guía y Doñana recortándose en el horizonte. Deambulando junto a nosotros, personajes pintorescos en busca de esa moneda que los aferre a la vida y los empuje a la muerte. Casas en ruinas que son el refugio del yonqui irremediable. Las dos caras de la realidad. El mundo que él retrata en sus novelas.
Pablo, ha publicado Carne de cerdo, Nada es crucial y Rosas, restos de alas, que ahora reedita con unos relatos independientes anexionados. La vida no le trata mal, pero vive a pie de calle y sabe de las miserias de la sociedad que le rodea.
Ahora te dedicas a la enseñanza, eres profesor de lengua pero estudiaste Periodismo en la Universidad de Sevilla. ¿Te consideras un periodista frustrado?
Antes de ser profesor escribí para El País Andalucía, algunos periódicos locales y gabinetes de comunicación culturales pero salí desencantado. La manipulación política y las dificultades de horario fueron lo peor. Mi oficio lo descubrí tarde, pero es el magisterio. Y la vocación que me movió fue la misma que me hizo estudiar Periodismo. Aportar mis conocimientos a la sociedad. Además, me siento más libre de profesor que de periodista. La enseñanza es de lo poco que no está contaminado por la política.
Estás obteniendo un importante prestigio, pese a estar aún empezando, en el mundo de la literatura. ¿Cómo se lleva la fama?
¡Qué va! Es curioso, pero la fama no la tengo. Lo que sí he tenido ha sido mucha repercusión pero en un ámbito elitista y más bien cerrado. Mis novelas plantean un obstáculo inicial al lector. tiene que rebasar los límites de lo que acostumbra a leer y eso hace que no sea bueno a la hora de ser un éxito comercial.
¿Qué crees que has tenido para que tu trabajo sea tan bien valorado por la crítica?
Pues no lo sé muy bien, pero lo cierto es que Rosas, restos de alas sirvió para que unos críticos me incluyeran en la lista de los mejores narradores jóvenes en lengua española. Había autores consagrados dentro de la lista y al parecer, ellos también habían estado leyendo a otros menos conocidos que estábamos empezando y les gustó. A través de este premio se me ha traducido al inglés y se habla de esta obra en Londres, Chicago o Nueva York, lo cual es un orgullo.
Pero Pablo Gutiérrez no es un autor tradicional…
No, para nada. No cuento historias tradicionales. Yo cuento lo que me apetece contar. Si estás buscando una novela convencional, no vayas a buscar a Pablo Gutiérrez. Busca un best-seller. La literatura que yo hago exige participación y te pone frente a un discurso incómodo. Sé que lo que hago es rarito (comenta entre risas).
Siempre has defendido que el lector desempeña un papel fundamental en tu obra…
El lector en mis novelas tiene un papel muy activo. Tiene que estar muy metido y rellenar huecos. Intento componer con un tono musical que se pierde si te distraes de la lectura.
¿Cuándo escribes? ¿Tienes unas horas del día o algunas costumbres?
Escribo siempre que tengo la tentación de hacerlo. Cuando surge la idea. Antes, no era capaz de dar forma a las cosas y tenía un montón de anotaciones que podían haber sido arranques de novela, relatos o poemas. Después, los rescaté y me di cuenta de que podían tener muchas cosas en común. Sólo hay que darles un formato y jugar a transgredir los cánones de lo establecido.
¿Qué te reporta económicamente? ¿Es un buen complemento a tu labor docente?
El complemento será por cultura porque económicamente mis novelas me reportan literalmente 0,90 céntimos cada una. Es increíble, pero es así.
Como profesor de instituto, tienes un contacto próximo con la juventud. ¿Crees que verdaderamente está tan mal como se ha venido diciendo?
Hay una frase del 2000 a.C. que decía “estos jóvenes son unos irresponsables, cuando lleguen al poder nos arruinarán la vida”. Y lo mismo se sigue diciendo hoy día. Sin embargo, estoy seguro de que tenemos una juventud muy preparada.
¿Qué perspectivas ves para ellos?
Las perspectivas para las nuevas generaciones son muy ingratas. Este país ha quedado hecho una piltrafa. Se han hartado de hacer urbanizaciones donde algunos se refugian como en búnkeres y han dejado una situación lamentable que se va a tener que comer la generación que viene. Yo recomiendo que se alarguen los estudios, estudiar idiomas y visitar el extranjero. Eso te va a permitir no estar encorsetado aquí y si te quedas, marcar la diferencia.
Y por eso la juventud que decían dormida, se está despertando…
Los jóvenes están volviendo a manifestarse, eso es bueno. Pero no debe quedar aquí. En los ’90 ya surgió un movimiento parecido que se llamaba altermundismo (otro mundo es posible) y quedó en nada. La juventud tiene que luchar por la supervivencia y me gustaría que esta conciencia renovada calara en la sociedad, pero no soy muy optimista.
¿No crees que con el 15M se puedan conseguir algunas reformas?
Sí, se pueden conseguir algunas reformas. No hablo ya de objetivos revolucionarios. Pero tiene esto que mantener los pulmones vivos.
¿Cómo es tu relación con Chipiona? Sabemos que aún mantienes muchos vínculos en la localidad y que tu etapa como profesor en el Salmedina dejó huella en los alumnos…
Tengo un recuerdo muy grato de esa etapa. He pasado seis años maravillosos en Chipiona y mantengo contacto con muchos chavales de allí. En actividades culturales de teatro, poesía y música quedé muy satisfecho con lo realizado. Además, los alumnos más brillantes que he tenido han sido de Chipiona.
¿A qué dedicas tu tiempo de ocio?
Desde que entré en la treintena tengo muy poco tiempo libre, así que ando regateando para de vez en cuando hacer un poco de surf o jugar al baloncesto.
Recomiéndanos dos autores para leer.
Pues actualmente Alberto Olmos, que es muy crítico y Pola Oloixarac. Genial.
Fotografía: Manuel Jurado
Nota: Esta entrevista fue realizada en verano de 2011. Hoy, dos años después, Pablo Gutiérrez ha seguido creciendo como autor y su última obra es Democracia, publicada por la editorial Seix Barral.