Ellos son luchadores. Atrevidos, innovadores que han sabido intuir cuál era el mejor camino para sortear las dificultades económicas o empresarios que llevan muchos años en sectores cambiantes y que han sabido adaptarse a la nueva situación. Son solo algunos ejemplos de los muchos supervivientes de esta crisis. Todos buscan buenos y malos, y muchos hablan de la banca o el ladrillo a modo genérico, pero pocos saben las causas profundas de la crisis. Muchos se agarraron a un modelo caduco y muchos han sacado jugo de él. Quienes supieron tomar caminos diferentes o tienen la valentía para emprender ahora saben que si se mantienen o crecen en estos tiempos, su estabilidad a medio-largo plazo está garantizada. Testimonios de quienes supieron lidiar al `miura´de la crisis. Un rayo de luz en medio de tanta tiniebla mediática y social. Un soplo de optimismo para combatir el interminable vendaval de pesimismo que azota nuestra sociedad.
Rafael Carrera, es el director de Unicaja en Chipiona. Él tiene claro que esta crisis tiene unas causas y unas soluciones. “El boom inmobiliario ha afectado más a Chipiona que a otras localidades vecinas. Mucha gente se fue del sector primario a la construcción y ahora quiere volver. Pero poner una aranzada de invernadero vale un dinero, y si no hay una nómina ni un precio mínimo garantizado de la flor, acceder a un crédito es complicado”. Para Rafael, en Chipiona la salida a la crisis está en varios frentes: uno de ellos es la formación. “Tenemos una masa de desempleados que se hicieron peones de albañil a base de trabajar, pero no tienen formación. Y para salir de esta necesitamos formación. Ciclos formativos que produzcan profesionales cualificados en sectores específicos”. Rafael cree que es un error pensar que una carrera es una tabla de salvación. “Esto tiene que cambiar, tenemos que buscar que la juventud que no puede o no quiere hacer una carrera pueda hacer un grado superior que lo habilite para trabajar. Pero hay que saber lo que hace falta. Necesitamos módulos de mecánica de barcos, cultivos intensivos… Otras alternativas que potencien cosas nuevas. Los cultivos ecológicos, por ejemplo, donde ha tomado la avanzadilla David Florido”.
En esta línea, continúa hablando de las potencialidades de nuestra localidad que no están siendo bien explotadas. “Los corrales de pesquería ofrecen una posibilidad para la acuicultura, para cultivar algas (que ahora están muy de moda) o cosas alternativas como camarones específicos para carnada de pesca que tiene mucha salida de mercado”. Chipiona tiene buena materia prima, pero tiene que saber aprovecharla. “Tenemos la materia prima, pero nos faltan las infraestructuras. Esto requiere una inversión y ahora nos encontramos con el problema de que no hay dinero. Ante esto, hay que utilizar la imaginación. Que `el vaporcito´ tenga su base en Chipiona, por ejemplo, puede ser interesante. Es solo un detalle pero propicia que venga gente y que esa gente consuma. Además se van a contratar a gente de aquí. Es algo que va a generar trabajo y puede atraer nuevos inversores”. El turismo de calidad es otra asignatura pendiente. “Hay que desterrar la palabra `veraneo´ y empezar a hablar de turismo. Ningún equipo de gobierno se ha molestado en buscar alternativas serias a la estacionalidad. Esto se consigue ofertando servicios todo el año y también con gente formada. Conil es un buen ejemplo de cómo hacer las cosas. Tienen playas y una población parecida, pero han apostado por un turismo de todo el año. Hace 25 años ellos también vivían del campo y la pesca pero han sabido desplazarse al sector servicios”.
Si del campo hay que hablar, una voz autorizada es la de Francisco Martín García, un joven que supo tomar las riendas de un negocio familiar y darle un giro. “Yo estaba en Londres aprendiendo inglés y me llamó mi padre para que me hiciera cargo de la empresa. Me costó tres años saber dónde estaba y dónde quería llegar. Cuando tienes una empresa lo primero que tienes que saber es dónde estás ganando dinero, dónde lo estás perdiendo y por qué”. Francisco contaba (y cuenta) con la ventaja de la formación, es Licenciado en Administración y Dirección de Empresas, pero su referencia siempre fue su padre. “Él ha sido el gran emprendedor, yo lo que he hecho ha sido marcar nuevos caminos pero siempre con él como referencia. Él me da puntos de enfoque de los problemas que yo muchas veces no veo, nos complementamos a la perfección”. `Kisko´, como todos le conocen, dejó el cultivo de la flor cortada y focalizó sus esfuerzos en la horticultura, sobre todo en la zanahoria y la coliflor. “El sector de la flor cortada es muy complejo. Y complejidad con beneficios bienvenida sea, pero no era el caso”. Aquella drástica decisión estuvo muy influida por el contexto. “Había mucho intrusismo, gente que tenía otro oficio pero que ponía cuatro plásticos y cultivaba las flores casi en su tiempo libre por las tardes. Esa flor al entrar en las naves se pagaba igual que la de un agricultor profesional que entregara horas de dedicación a sus flores. También ha faltado asociacionismo, la gente solo se reúne cuando tiene las cámaras llenas de flores y no sabe qué hacer con ellas. Además había tres grandes batallas: la comercial entre las empresas de la zona, la de las empresas con los agricultores y la batalla con Holanda, que ha sido la que nos ha dado la puntilla. En el momento en que Chipiona empieza a vender a otros destinos, ésta le pone muchas zancadillas e introduce otros productos sustitutivos de nuestras flores”.
A Francisco le iba bien con su forma de proceder en el campo y también se subió al barco de la construcción. “Tierras de cultivo que tenía las pasé a terreno inmobiliario y si todavía estoy vivo en ese sector es porque no he hecho tantas locuras. Fui cauto y eché el freno cuando podía haberme endeudado todavía más y haber seguido urbanizando.” Asegura que no tendría miedo si tuviera que empezar de nuevo en su aventura empresarial y resalta la importancia de mantenerse estable en el plano psicológico. “Cuando las cosas van mal no pienses que eres el peor del mundo y cuando las cosas van bien no pienses que eres el mejor del mundo. Hay que creer en uno mismo y mantener los pies en el suelo. Esfuerzo, constancia y paciencia.” La crisis no arredra a este joven emprendedor que sigue poniendo en marcha nuevos proyectos, el último es el del Banana Beach Club. “Es una idea que se le ocurrió a mi padre y que ha tenido muy buena acogida. Está dando a conocer un sitio con mucho potencial, en un entorno agrícola olvidado y con una playa casi desconocida de Chipiona. En ese lugar tenemos espacios para las autocaravanas y hemos hecho un proyecto de camping con un servicio de hostelería que va bien para estos tiempos. La gente quiere seguir yendo a la playa y aquí podría hacerlo de forma diferente y a un precio asequible”. En la vorágine diaria pocas veces hay tiempo para pensar, pero Francisco sabe diferenciar entre lo urgente y lo importante. “Me considero un superviviente. Como muchos otros empresarios estoy inmerso en una batalla, no sé si voy a perder o a ganar, pero estar ahí ya es importante”. Al igual que Rafael Carrera, también apela a la imaginación para sortear los obstáculos económicos. “Hay que negociar y trasladar algunos costes. Repartir cargas y adaptarse a las nuevas circunstancias. Reinventarse. Financiar las cosas de distinta manera”.
Tampoco le falta imaginación y visión de mercado a Diego Galafate, que ha sorprendido a todos introduciendo en el mercado un ron nacido en Chipiona y que está teniendo una gran aceptación. “El primer sorprendido he sido yo. Esta idea llevaba cinco años en mi cabeza y he pasado mucho tiempo probando distintos alcoholes hasta que he dado con el que yo quería”. Su producto está enfocado principalmente al mercado local, pero cada vez cuenta con más pedidos de fuera de Chipiona. “No produzco en cantidades industriales, por eso estoy a nivel local pero me están pidiendo ron de otras zonas de la provincia, de Sevilla, de Córdoba y hasta un pequeño cliente de Polonia”. Aquello que surgió casi como un capricho está consolidándose poco a poco. “A mí me encanta esto. Lo empecé con mucho cariño y más por satisfacción personal que por otra cosa. Pero luego al salir al mercado he visto que el producto gusta y hay que intentar satisfacer la demanda”. Este es precisamente uno de los grandes retos de Diego, que presta sus servicios a Bodegas Hidalgo La Gitana y otras empresas del sector del vino. Eso le absorbe mucho, pero su ron le entusiasma. “Mi trabajo es ese, pero cada vez tengo que dedicarle más tiempo al ron. Estamos en proceso de consolidar la marca y podría darle un empujón más, pero no me puedo confiar”.
La competencia en el mercado del ron es muy dura. “Por un lado, una marca nueva tiene siempre un parapeto de primeras marcas consolidadas que le complica mucho la entrada al mercado. Por otro lado, hay otras marcas alternativas que van con precios muy agresivos y que se compran no porque gusten más, sino simplemente porque son más baratas”. Pese a ello Diego está muy satisfecho. Para él es un logro que con todo lo que influye la publicidad y la tradición de las grandes marcas, alguien vaya a una barra y pida un Galafate. Sabe que no es fácil que la gente cambie de marca de bebida, pero hay factores que juegan a su favor. “Intento ofrecer esa botella económica pero que tenga la calidad que yo querría para mí. Hay gente que antes se costeaba una botella cara que ahora busca una con calidad pero más económica. Eso ha facilitado que Galafate esté en crecimiento. Eso y el boca a boca de la gente. El que prueba este ron, repite”. Le llamaron `loco´ cuando dijo que pretendía sacar un ron, pero Diego fue con pies de plomo y persistió en su idea. “Me decían que no era la época y que nadie es profeta en su tierra. Pero yo seguí adelante. He nacido en plena crisis y las empresas que se crean en tiempos de crisis son muy sólidas y es más difícil que caigan”. De hecho, este empresario chipionero tiene nuevos proyectos en mente. Sabe que hay otros mercados en expansión y que hay potenciales clientes que no son bebedores de ron. “Mi siguiente proyecto va a ser lanzar una ginebra. Llevo ocho meses trabajando en producir una ginebra cítrica, hecha con maceraciones de enebro y cáscara de naranja y limón”. Diego quiere seguir creciendo bajo el modelo que le está dando éxito. Sin producir a grandes escalas y mimando el producto. Sin buscar el `pelotazo´ y dando pequeños pasos sobre seguro.
Una familia muy consolidada en el sector vinícola es la de los Mellado Martín. José Mellado, fundador de la bodega, ha visto la evolución del negocio. “Empezamos siendo una bodega que trabajaba para otras bodegas. Producíamos el vino y vendíamos en cantidades industriales a Terry, Osborne o Domecq, entre otros. Vendíamos muchos litros, pero teníamos poco margen de beneficios. Además la venta a otras bodegas es muy inestable. El año que hay poca uva se da muy bien pero cuando hay excedente no puedes vender tanto vino ni almacenar tan grandes cantidades”. Aquella incertidumbre de estar solo para cuando otros lo necesitaran y teniendo que almacenar grandes cantidades de vino sin saber cuándo lo iban a vender ni a qué precio les llevó a mediados de los ochenta a crear su propia marca. “A partir de ahí fuimos potenciando nuestros propios vinos. Como tenemos nuestras propias viñas, vemos la uva en el campo y la seleccionamos para tal o cual vino. Programamos la vendimia y alguna uva la dejamos más tiempo en la cepa. Pero eso podemos hacerlo porque es nuestra uva. Y a la hora del producto final eso se nota”.
Sus cinco hijos (José, Rafael, Emilia, Carlota y Roberto) trabajan con él en la bodega. Ellos son el relevo y realizan un trabajo en equipo para adaptar el negocio a los nuevos tiempos. “A través de Internet –relata Rafael- podemos vender para toda España. Eso y la venta directa son los dos grandes filones que intentamos aprovechar”. Además de sus dos despachos en Chipiona y de contar con una serie de distribuidores, ahora han abierto un nuevo despacho en la plaza de abastos de Los Remedios, Sevilla. “En Sevilla el moscatel gusta mucho. Y en muchos otros pueblos de la comarca. Incluso beben más moscatel que los propios chipioneros”. A este respecto, José Mellado tiene claro que la influencia del turismo es lo que ha posibilitado que el moscatel traspase fronteras. “Si el moscatel de Chipiona está tan vivo es por el turismo”, afirma.
José Luis Caballero también lleva muchos años en el sector del turismo y la hostelería. The Trinity Irish Bar nació en tiempos de crisis e introdujo en Chipiona un nuevo concepto del bar de copas. “Lo enfocamos a la cerveza de importación, que era algo que no había. Cuando estuve en Irlanda vi que aquello era lo que yo quería”. En un principio, los proveedores no estaban muy convencidos de que fuera posible tener cuatro barriles pinchados en invierno. “Al inicio era complicado pensar que esto fuera a salir tan bien. Desde Guinness no las tenían todas consigo para hacernos Official Pub. Cuando vieron los resultados, nos dieron todas las facilidades”. Y es que José Luis decidió apostar el cien por cien por el proyecto. “Si no es así no consigues nada”. En cuanto al hotel, la Q de calidad ha supuesto una garantía. “Adquieres un compromiso con los clientes y en un momento dado puede distinguirte de la competencia”. Romper la estacionalidad sigue siendo su mayor objetivo. “Con esto tenemos que remar todos en una misma dirección, los hoteles, los bares y el Ayuntamiento”.
Un sector que sigue vivo a duras penas es el de la pesca. La invasión de pescados procedentes de otras costas está echando los precios al suelo. La competencia es muy dura y aunque la calidad del pescado fresco y de la zona es difícilmente superable el producto que es más barato, aunque con menor caché roba mucho terreno a lo autóctono. El sector pesquero local no pasa por su mejor momento, pero hay ideas que arrancan con éxito. Inmaculada y Ana María Gallego (hermanas) han puesto en marcha el restaurante De la red al plato. “La idea es que salga beneficiado todo el sector. Compramos el pescado aquí en la lonja de Chipiona o cuando no hay algo, acudimos a Sanlúcar o Rota, pero siempre fresco y de la zona”. Ante la dura competencia se planteó la idea de eliminar intermediarios y poder ofrecer el producto que venía de las redes a un precio final más asequible. “Esa es la idea, que ese valor añadido se lo quede el pescador. El consumidor sale beneficiado porque tiene el producto fresco a un precio más bajo de lo habitual y el restaurante porque la gente valora eso y acude. Hemos empezado este verano con muy buen pie”.
Tanto Inmaculada como Ana María trabajan en la lonja. Inma en el departamento de administración y Ana María es gerente y subastadora. Su idea se gestó por el conocimiento del sector pesquero y era de corte cooperativista. “Se ofreció a todos los pescadores, pero había que poner dinero e implicaba a mucha gente. Esto hizo que poco a poco la gente se fuera descolgando del proyecto hasta que nos quedamos mi hermana Ana y yo”, relata Inma. Sin embargo, ellas no han emprendido solas su camino. Han contado con el respaldo institucional del Grupo de Desarrollo Pesquero, que les ha concedido una subvención inicial del 60%. “Es una ayuda importante para arrancar, la condición es que todo esté relacionado con el sector pesquero. Nuestros trabajadores también”. Proyectos como este se han puesto en marcha en otras zonas de la comarca. Rota fue pionera, logró integrar a todos los pescadores y la experiencia está siendo satisfactoria. Ana María e Inmaculada también tienen esperanzas depositadas en el futuro y están seguras de lo que pueden ofrecer. “Nos vamos adaptando a lo que el público va pidiendo, pero sabemos que pescado más fresco que el nuestro no lo hay en otro sitio. Lo habrá igual. Y más barato, con estas características de ser fresco y de la zona, tampoco”. La imaginación a la hora de reducir costes y ofrecer un producto final que atraiga al cliente vuelve a ser la llave para nacer y sobrevivir en tiempos de crisis. Es posible pensar que existe vida. Y que hay que buscar, pero que hay salida.
Fotografía: Manuel Jurado