Descubrió su vocación casi por casualidad y hoy sujeta con mano firme el timón de este barco de papel: frágil y permeable. Pero sólo en apariencia. Como ella misma. Dulce, serena y dialogante, su sólido carácter la afianza en sus convicciones. Madre, esposa, amiga y compañera, no sólo dirige desde hace más de veinte años la Biblioteca pública -un oasis en el desierto cultural-; también libra su particular cruzada para que todos los ciudadanos tengan acceso a ese derecho social que es la literatura.
¿Cuántos socios tiene la biblioteca de Chipiona?
Eso no lo podemos cuantificar porque ahora existe un solo carné para todas las bibliotecas. Pero de todos modos, no podemos confundir al usuario con el lector en sí porque hay muchas personas que leen en casa y que no suelen ir a la biblioteca. Igual que otros van a leer la prensa, o porque les interesan las películas o la literatura infantil, para sus hijos. Ahí es donde se está viviendo un auténtico revulsivo y eso sirve para enganchar a los padres. Por ejemplo, hay madres que esperan en la biblioteca a que termine la catequesis con los hermanitos y entretanto toman algún libro.
¿Es posible que haya gente que no sepa dónde está la biblioteca?
No es posible, es seguro. Hay mucha gente que no sabe dónde está la biblioteca y que va por primera vez por otro motivo. Todavía hay muchos chipioneros que desconocen el servicio y el papel que ejerce nuestra biblioteca.
¿Eso significa que Chipiona es poco lectora?
Yo no diría eso. El índice de lectura puede ser como el de cualquier otra localidad. Lo que sucede es que tendría que haber muchos lectores cansados de comprar libros y que descubran lo que pueden aprovechar la biblioteca. Otro problema es el de la distancia. Yo siempre digo que a Chipiona le hace falta una sucursal de la biblioteca. Estamos en un sitio perfecto, pero la mayoría de la gente no vive aquí. Casi todos los niños están en Las Vaqueras, Lapachar, La Alcancía… A esos puntos es donde debemos acercarnos. Es una idea que vengo defendiendo desde hace bastante tiempo.
¿Algún alcalde de Chipiona ha sido usuario de la biblioteca?
Pues no recuerdo ninguno. Sí observé mucho interés por la bibliteca por parte de Luis Mario Aparcero. Y por el archivo.
Interés también el de las mujeres del Club de Lectura, ¿no?
El Club de Lectura es un ejemplo de constancia. Es que en Chipiona, gente que ame los libros, hay mucha.
Sin embargo en el Club son todas mujeres…
A ellos les cuesta mucho… ha habido hombres, pero de fuera…
¿Qué da la literatura?
Te da amplitud de miras… uno puede viajar con la lectura. Cuando se está atravesando por una depresión, o por un mal de amores, la gente no suele leer. Pero cuando los vas superando, los libros te pueden ayudar a reponerte del todo. Igual que el cine. Por otro lado, la literatura puede hacerte entender muchas situaciones que viven personas, como la homosexualidad, qué pasa por la cabeza de una mujer que sufre malos tratos…
¿Se está fomentando lo suficiente la lectura entre los niños?
En Chipiona hay colegios como el Aparcero o Lapachar que están haciendo una labor importante impulsada por la Junta, que también está haciendo un buen trabajo.
¿Cuándo comenzó a leer?
Aunque parezca raro, yo descubrí la lectura con Camilo José Cela. Cuando estaba en 5º de EGB leí Viaje a la Alcarria…
¿Y pensó una vez que terminaría siendo la bibliotecaria de Chipiona?
Para nada. De hecho, yo aprobé las oposiciones sin saber con lo que me iba a encontrar: un local que era mío. La primera biblioteca estaba en el edificio Juan Carlos I, enfrente de la iglesia. Yo tenía que hacerlo todo, hasta la limpieza. Pasar la fregona, comprar los productos… Era la única dependencia municipal que no se limpiaba por el personal.
¿Y por la noche?
Bueno, los mendigos iban a dormir… y a la mañana siguiente te podías encontrar cualquier cosa. Una vez me di cuenta de que habían orinado en la fregona… y eso lo sobrepasó. Fui a quejarme al Ayuntamiento, y entonces me dijeron que la Policía Local había estado utilizando la biblioteca para resguardar a los mendigos. Yo por la mañana veía cosas raras… latas vacías, bolsas… En aquel edificio estuvimos desde finales del 82 hasta mediados del 87, y no se por qué pero las personas que me tenían que informar de aquello se despreocuparon. ¿Por qué dejaban que yo limpiara?.
¿Y hasta cuándo estuvieron en la Casa de la Cultura?
Hasta el 2001, que nos pasamos al edificio San Luis. Mi trabajo me costó. Pero hasta el 2000 estuve yo sola en la biblioteca. Y era complicado. Hubo una época, en la que quizá por irresponsabilidad, me dejaba hacer.
¿Y qué es lo peor que le sienta ahora?
Cuando instalan un servicio ajeno en las dependencias de la biblioteca. Es como el edificio que siempre está a mano para cuando se necesita algo, y eso no es así. No es que me fastidie a mí, pero es que yo tengo que mirar por el interés de los usuarios, y que se encuentren a gusto. Y después está el material, que tiene que haber un control y cuando se cierra, quedarse cerrado.
¿Y qué se ha hecho?
Talleres de todo tipo, reuniones… incluso bodas.
¿Bodas?
Sí, cuando el Ayuntamiento ha estado en obras… es curioso, salen los novios en el patio rodeados de libros, y los usuarios desde arriba aplaudiendo.
Pero usted no estudió Biblioteconomía…
En aquella época no había. Yo soy diplomada en Magisterio… y entré como peona, del grupo D. Para eso es suficiente con el graduado escolar. Después salió la plaza para auxiliar técnico de biblioteca, para lo que se requiere el bachillerato. Yo he sido autodidacta. Me ha interesado el mundo de la biblioteca y me he ido formando. Cuando entré, estaba muy verde. Y durante 28 años he ido mejorando poco a poco mi puesto de trabajo, nadie me ha regalado nada y creo que aún no estoy donde debería de estar, que es en el grupo B, por la responsabilidad que desempeño.
¿Y cómo ha sido su relación con los políticos?
Siempre he estado acostumbrada a no tener a nadie por encima más que en el concejal. Me he sentido como mi propia jefa y todos me han dejado trabajar, no me han impuesto nada. Pero también considero que la biblioteca necesita personal bien preparado que se encargue de dirigir, gestionar, realizar las propuestas de gastos, las compras de libros… ser la cabeza pensante. Y eso no tendría que hacerlo yo.
¿Y qué es lo que tendría que hacer?
Las estadísticas mensuales, contactar con las escuelas para las actividades, catalogar los libros, tener al día las bases de datos…
¿Y cómo se compatibiliza con la casa?
Verás… Me apaño, al trabajo no le quito nada, pero por supuesto que me gustaría tener más tiempo para dedicárselo a mi familia, porque tengo turno de mañana y de tarde.
Entonces, ¿lo de la conciliación laboral- familiar?
Eso es imposible, porque yo no le puedo dedicar al hogar todas las horas que necesita. De todos modos, las cosas ahora han mejorado porque tengo compañeros y la posibilidad de tomarme días libres cuando me corresponden.
¿Y antes no?
Es que antes, si yo no iba a mi puesto de trabajo, la biblioteca se cerraba y se dejaba de prestar ese servicio…
¿Y cuál es el secreto para la felicidad conyugal?
No hay secretos… hay que mantener el respeto y también, aunque hagamos cosas juntos, dejar espacio para las cosas de cada uno.
Fotografía: Manuel Jurado