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Colocación de la primera piedra del faro de Chipiona. Fuente: JL Naval.

Enhiesto, romántico, sobrio, dulce… el faro más alto de Europa cumple 150 años como testigo mudo de la historia de Chipiona. Anécdotas, recuerdos, la figura de su farero y la ausencia de reconocimientos culturales, se engarzan en este reportaje.

Un mercante llamado Bude, procedente de Sevilla, enfila el tramo final de la desembocadura del Guadalquivir. Su puerto de destino es Figueira da Foz, Portugal, y navega a diez nudos de velocidad. Estos son solo algunos de los datos que Septimio Andrés, el farero de Chipiona, recibe a través de un monitor de ordenador desde donde está orientando el trayecto del buque. Pese a que con toda probabilidad, el Bude llevará su propio práctico para sortear la complicada y peligrosa barra de Sanlúcar, Septiminio hace el seguimiento de su trayectoria, les proporciona información sobre los puntos más conflictivos y se mantiene atento a cualquier dificultad. Recientemente ha ideado un sistema de señalización por segmentos para detectar qué zonas puntuales del cauce del Guadalquivir requieren un dragado, para así hacérselo saber a la Autoridad Portuaria. A varios metros de donde trabaja Septimio, en el edificio de Capitanía Marítima, el Faro de Chipiona funciona solo. Frente a él, en otra mesa de su despacho, reposan unos nuevos equipos recién adquiridos en Nueva Zelanda, que serán colocados en varias de las boyas que presiden la salida del Río Grande. Apenas dos personas son necesarias para que todo salga bien: el farero y un oficial de herrería, para el mantenimiento de las señalizaciones.
Fotografía de Jean Laurent recogida en el libro El Faro de Chipiona. Data de 1867.

Fotografía de Jean Laurent recogida en el libro El Faro de Chipiona. Data de 1867.

Y es que el progreso no es bueno ni es malo. Es el progreso. Gracias a él ha mejorado la capacidad técnica del Faro pero ha perdido casi todo su romanticismo. Desgraciadamente los fareros van perdiendo ese protagonismo romántico que les dio la historia. Se perdió el gran arenal que circundaba al Faro gracias a la especulación. Un arenal donde se daban cita parejas y ofrecían su primer beso a la luz de la luna. Un arenal donde el pintor Julio Ceballos tenía su renombrado bar El Promontorio y en el queallá por las décadas de los cincuenta y sesenta cantaba Gracia Montes en reuniones de amigos un tango de 1860 que ya había popularizado La Niña de los Peines: “El Faro de Chipiona/ lo van a poner más alto/ pa que alumbre a los mares/ y no se pierdan los barcos…”.

El amor y la guerra 
Historias de fareros, aquí llamados faristas. Algunos nacidos en Chipiona, como Antonio Caballero o Julio Gutiérrez , entre otros ya fallecidos. Otros que vinieron de fuera y fundaron una familia, entre los que destacan José Molina y Juan Poza. Éste último, en la década de los 30, protagonizó una bella historia de amor al casarse con Regla Villanueva una chipionera 17 años más joven que él que trabajaba de limpiadora de las dependencias. La Segunda Guerra Mundial, les llevó con su hija de diez años a la isla desierta de Las Columbretes en la costa castellonense, de ahí a Marbella, Rota y morir en Chipiona, donde nació su amor. Todo ha cambiado. Ya no hace aquí un alto en el camino con su coche y sus perros el infante Don Alfonso de Orleans. Tampoco el almirante Carrero Blanco, benefactor de la localidad, cuya muerte aceleró grandes cambios en España pero que paradójicamente retrasó el desarrollo de Chipiona. Moscardó, el general del Alcázar de Toledo, quedó también en el recuerdo. Atrás quedó el exilio dorado del profesor y ex ministro de la República Manuel Giménez Fernández. El Faro sigue ahí, testigo mudo de la historia chipionera. En el rostro de uno de sus fareros, Septimio Andrés, personaje de bonhomía, aún quedan vestigios de ese añorado romanticismo. Natural de Madrid, antes de llegar a Chipiona, Septimio fue responsable de los faros del Cabo de la Nao, en Alicante, del Cabo de Creus, en Gerona, y del faro de Salamanca, donde existe un punto estratégico con emisora al que él aportó un sistema de localización Decca cuando no existían aún los GPS. Pero éste fue cerrado y le dieron a elegir entre todos los faros que se quedaban libres. Uno de ellos era Chipiona, cuyo farero, estaba a punto de jubilarse.
Septimio Andres Farero Chipiona julio 2013Septimio, el farero 
Fue en enero de 1.995 cuando llegó Septiminio. Pero a diferencia de lo que se podría pensar, el farero no trabaja en el propio faro. Allí tiene su vivienda desde que, hace 19 años, accediera al puesto, pero realmente donde desarrolla su labor es en un pequeño despacho del edificio de Capitanía Marítima, propiedad de la Autoridad Portuaria de Sevilla, ubicado en la avenida de Sanlúcar, muy cerca del muelle y el puerto deportivo. Hace 25 años obtuvo el título de Técnico de señales marítimas, tras estudiar electricidad, electrónica y dibujo lineal. Unos conocimientos básicos a los que Septimio ha ido incorporando la informática, monitorización de equipos, cartografía digital… “Siempre he tenido el gusanillo de estudiar. Este mismo año he terminado la carrera de Economía por la Universidad a Distancia”.
Septimio no solo controla el Faro de Chipiona. Bajo su responsabilidad también se encuentra todo el balizamiento del río Guadalquivir hasta el puerto de Sevilla. Es decir, se encarga de orientar la trayectoria de las embarcaciones que han de sortear la barra de Sanlúcar para entrar o salir en el río sin dificultades. Una tarea que complementa con la búsqueda de nuevas técnicas de señalización, de reparación de boyas y de orientación marítima que después pone en común con los organismos internacionales de coordinación, como la IALA, International Asociatio Lighthouse Autorities.
Septimio, que reside en una de las viviendas del Faro, tiene por vecino a un oficial de primera, herrero, que se encarga del mantenimiento de las 40 boyas de acero en un taller ubicado en el muelle de Bonanza, en Sanlúcar. El equipo lo completan dos oficiales eléctricos que están en Sevilla, que navegan por el río para revisar que todos los sistemas de señalización, alrededor de un centenar en total, estén en funcionamiento. “Por ahora tenemos el mandato de organizar el trabajo de forma efectiva y ahorrar lo máximo en costes”, afirma el farero, acostumbrado a lidiar con periodistas. “A otros colegas no les pasa eso. Yo, cada cuatro o cinco meses, tengo que rendir cuentas”, dice con una sonrisa, consciente de que no todos los faros tienen la importancia del chipionero.
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Chipiona versus Maspalomas  
Viajar tiene sus ventajas. A parte de sus virtudes erótico festivas, gastronómicas y culturales, libera el alma y nos ofrece una buena cura de humildad para no creernos el ombligo del mundo. Desgraciadamente también nos sirve para comprobar cómo en bastantes lugares del mundo valoran lo mucho o lo que poco que tengan, mientras que en nuestro entorno la indolencia, apatía y el desinterés generalizado son el equipaje de la maleta de viaje. Así lo pudo comprobar recientemente un viajero a su llegada al Faro de Maspalomas en Gran Canaria y enterarse que éste está catalogado como Bien de Interés Cultural por el Gobierno Canario desde 2005.
A continuación la pregunta del millón: ¿y el Faro de mi pueblo, sí, el de Chipiona, ese al que tanto se parece el de Maspalomas, figura en el catálogo de Bien de Interés Cultural? Todo parece indicar que no. Actualmente en Chipiona sólo existe un edificio catalogado BIC, como es el Castillo. Hace unos años también se inició el expediente para declarar BIC a la Parroquia pero extrañamente no se culminó. El Santuario de Regla tampoco está catalogado.
Faro de Maspalomas, con un reconocimiento que aún no tiene el de Chipiona.

Faro de Maspalomas, con un reconocimiento que aún no tiene el de Chipiona.

Cabe entonces aproximarnos a algunos datos de estos dos faros tan emblemáticos. El Faro de Maspalomas está situado en la isla de Gran Canaria y se encarga de balizar para la navegación marítima las costas del sur de la isla. Se trata de una construcción concebida por el ingeniero Juan León y Castillo como un conjunto luminoso en base a dos cuerpos principales, la casa del torrero y la torre.

La decisión de construir este faro, cuyo conjunto presenta una altura de 60 metros, data de 1861 pero no es hasta 1884 cuando se encarga la redacción del proyecto. Las obras duraron hasta 1889 y el faro emitió su primer destello luminoso en la noche de su puesta en funcionamiento, el 1 de febrero de 1890. Enclavado en la punta de Maspalomas, al final de la playa de Maspalomas, junto al campo dunar, charco y oasis del mismo nombre; el faro simboliza la zona turística por excelencia del sur de la isla de Gran Canaria.
Es el más popular de cuantos hay en Canarias, considerado como un símbolo emblemático y uno de los monumentos más conocidos de Gran Canaria y del municipio de San Bartolomé de Tirajana.
BIC en Canarias 
Además de ser reconocido como Bien de Interés General, se trata de uno de los faros más antiguos que se mantienen en funcionamiento en las Islas Canarias. La silueta del faro y de las Dunas de Maspalomas constituyen un icono único que sirve para reconocer en todo el mundo la marca Maspalomas Costa Canaria como destino turístico singularizado.
En 2005 fue declarado Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento Histórico por parte del Gobierno de Canarias. Su área de protección es de 5.225,72 de metros cuadrados a lo largo de un perímetro de 318,15 metros lineales. Desde el año 2007, parte de las dependencias del faro se destinan a usos culturales puntuales y está previsto ubicar en ellas un pequeño centro cultural de carácter permanente.
Ahora bien, el Faro de Chipiona está situado en la Punta del Perro de Chipiona. Faro de primer orden, es el más alto de España, tercero de Europa y quinto del mundo, con 69 metros de altura sobre el terreno. Un primer proyecto sobre la piedra de Salmedina fue ideado en 1857 por Eduardo Saavedra. El proyecto final, la obra actual, fue realizado en 1862 por el ingeniero Jaime Font: su primera piedra se colocó el 30 de abril de 1863, se encendió por primera vez en 1867 y desde entonces, sólo ha permanecido apagado en dos ocasiones. Una durante la Guerra de Cuba y otra, durante la Guerra Civil. Señala a los barcos la entrada del río Guadalquivir, ya que es el único navegable de España. También es aprovechado como baliza por los aviones ya que es uno de los 20 faros aeromarítimos de España. Su haz de luz alcanza la misma distancia en vertical que en horizontal. Desde 1998, se organizan visitas turísticas para conocer su interior. La gestión corresponde a la Autoridad Portuaria de Sevilla. Los marineros aseguran que su brazo blanco es lo último que se ve de la costa española cuando se viaja en dirección al Nuevo Mundo.
¿Qué pasa con el nuestro?
Como habrán podido comprobar los lectores a través de la anterior reseña, cabe preguntarse ¿qué pasa con el Faro de Chipiona? ¿Cómo un monumento de tanta enjundia y edificio de primer orden para la seguridad nacional no está ni en el registro de los cochinos, como diría un buen chipionero?. ¿Cómo no ha sido ya nombrado Bien de Interés Cultural por el Gobierno Andaluz? ¿Ha hecho nuestro Ayuntamiento en alguna ocasión gestiones en este sentido? o también, ¿interesa de verdad declarar BIC este edificio para que el entorno esté protegido de agresiones? A buen seguro que estos interrogantes serán contestados en breve. Curiosamente en los actos de conmemoración de la instalación de la primera piedra nadie ha abordado este asunto dentro de un amnesia generalizada. Aunque ahora la asociación cultural Caepionis va a pedir que sea declarado Monumento Nacional.
visita al Faro julio 2013 (59)
Colaboran: Juan Mellado y Juan Luis Naval Molero, autor del libro El Faro de Chipiona, Caepionis Turris.

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